Por mucho que nos empeñemos, en las estrategias de ventas y explotaciones cinematográficas, en Europa estamos a años luz de los norteamericanos; tomando el pulso social a los sectores de público más proclive para asistir a las salas de cine, las grandes multinacionales yanquis realizan películas que les dan un producto adecuado a sus expectativas, ya sean mayores o menores. Y mal que nos pese a los que creemos que el cine es arte, en muchos casos funciona el mecanismo, sobre todo cuando se ha apoyado con una verdadera revolución mediática. El otros sistema para conectar, que ya funcionó en los setenta y en los ochenta –y yo creo que seguirá funcionando- es ser honestos, ser conscientes de la dimensión de una pelicula, y lanzarla con dicha coherencia. Cuando John Landis –el antaño brillante director de “Un hombre lobo americano en Londres”-, creo “Desmadre a la Americana”, el cine todavía no se había hecho eco del soplo de libertad que tenían los estudiantes en los campus universitarios. Chavales que vivían su adolescencia encorsetados en una educación castrante y que cuando llegaban a la enseñanza superior se “liberaban” de dichas cortapisas, sin pensar mucho en el futuro. Retomando esa idea, y con el pretexto perfecto de las becas Erasmus de intercambios universitarios, este modesto pero divertidísimo film habla de las metas de los jóvenes, de la ilusión en un futuro que se pinta muy negro y del que sólo un funcionariado amargante puede salvar del abismo: un chaval francés decide pasar un año en Barcelona para estudiar español y luego acceder a un cómodo puesto en la directiva de comercio de la Comunidad Europea y al llegar a la Ciudad Condal, se encuentra en un piso lleno de estudiantes de otros países del viejo continente, a cada cual más pintoresco, redescubriéndose a sí mismo.
Como rito iniciático, la película tiene grandes dosis de comedia, aunque se nota la manifiesta imprecisión del director a la hora de articular una historia –y que también resulta paradójico que el realizador y guionista del film haya pasado ya de los cuarenta…-, que insiste una y otra vez en varios efectos visuales que funcionan al principio, pero que luego llegan a resultar cargantes, cuando no sospechamos de su ubicación por la falta de imaginación. Al igual que no se puede ser severo con el protagonista del film, ni exigirle una madurez que no le corresponde, tampoco se puede ser así con la película, que es, sencillamente, lo que es: una comedia ligera sobre adolescentes, que buscan su propio lugar en el mundo dentro de una sociedad cada vez más loca y determinista y que, como tengas una pequeña duda en tu personalidad, te ubica donde ella quiere y no donde realmente quieres tú. Especial atención merecen los jóvenes actores protagonistas, donde podemos ver a la famosa Audrey Tautou –“Amelie”-. La gran pena es que la sencillez y diversión que esta película ha conseguido, no pudiera ser en un precedente casi idéntico, “Gente Pez”, aunque algo más cutre, nunca mejor dicho.