Aunque comenzó en el cine como uno de los muchísimos actores chinos que protagonizaron sagas a la sombra de Bruce Lee en la cinematografia de Hong Kong, ha conseguido hacerse su propio espacio poco a poco, definiendo un estilo propio que tiene mucho de acrobático, cómico e ingenuo. Jackie Chan se ha convertido ya en un icono perfectamente reconocible que ha sabido aprovechar toda la tradicion cinematográfica del “slapstick” –esto es, el humor visual, confesando que es un rendido admirador de los reyes del género, Buster Keaton y Harold Lloyd- con una verdadera maestría en artes marciales, en las que fue entrenado desde los seis años. Hollywood ya le tenía abiertas sus puertas de par en par, y en Estados Unidos es un auténtico ídolo, no sólo en la comunidad asiatico-norteamericana –donde representa el llamado “sueño americano”, del oriental que triunfa en Norteamérica- sino dentro del público general. Quizás su clave sea una desarmante simpleza, porque no todos los actores tienen que ser impostadas cabezas de Shakespeare. Jackie es lo que es, no lo oculta y sabe sacar provecho tanto de sus talentos, como de sus propias limitaciones –de las que él mismo se rie el primero-.
Por eso “El esmoquin” es una película hecha a su medida, donde tenemos oportunidad de comprobar todos los recursos que tiene este actor, con elementos de romanticismo, de drama, de acción y, por supuesto, de humor: Jimmy Tong –en una divertidisima broma con el nombre de James Bond y en su forma de decirlo…- es pobre y tímido taxista en Estados Unidos, aunque tiene un impresionante talento para la conducción deportiva, tanto que una agencia secreta gubernamental decide contratar sus servicios como chófer de su gran superagente Clark Devlin –también podríamos recordar el papel que Bruce Lee representó de chófer en la serie televisiva “The Green Hornet”-. El caso es que el infalible espía sufre un accidente, y es el pobre taxista quien tiene que sustuirle, claro que será ayudado por un supertraje –un esmoquin- computerizado que será capaz de realizar las proezas más increibles.
Como producto de entretenimiento, la película tiene la honestidad de conocer sus propias limitaciones –como el propio Chan- y sencillamente ofrece lo que promete, sin paliativos. Parodiando de manera muy costeada –el descapotable que saca el espía en un momento determinado es el mismo BMW Z8 que sacó Pierce Brosnan en una de las últimas cintas de 007- toda la tradición de los agentes secretos en el cine, Jackie Chan ha encajado a la perfección en el esmoquin del film, y en otra saga de películas que puede originar los mismos buenos beneficios que “Hora Punta”, sólo que ahora con el telón de fondo de los agentes secretos y de una manera muy divertida y trepidante. Por supuesto, no se pierdan las tomas falsas al final del film, una verdadera tradición en las películas de este actor que empezó siendo un especialista, y que ha terminado haciéndonos disfrutar de su sencillo pero efectivo y encantador sentido del humor.