El curtido realizador galo François Ozon ha realizado un interesantísimo, provocador y rompedor ejercicio de estilo con los elementos básicos de varios géneros cinematográficos: el mestizaje entre la comedia negra, el costumbrismo hipócrita “familiar” del cine francés –que tan bien domina este director-, el musical más “kitsch” de los años sesenta y todo el universo de suspense inspirado por Alfred Hitchcock se ha completado en una cinta de insólito y original resultado final, aglutinando lo mejor de estos presuntos tópicos, que resultan refrescados y renovados en el film.
Aunque ya Alan Resnais hizo un ejercicio similar en “On connaît la chanson” –con una revisión a los temas musicales franceses más famosos de los últimos 30 años-, ahora Ozon encaja a la perfección cada una de las canciones en los distintos personajes y sus respectivas idiosincrasias, que conforman un mosaico social –y familiar- tan rico e interesante que casi no hay ni un segundo de respiro para el espectador. “La soga”, “Pero ¿quién mató a Harry” o “El hombre que sabía demasiado” son otros referentes más que claros en la pelicula, que hilvanados en una estructura cómica singular, también consigue articular un guión tan sorprendente como emocionante: un hombre, Marcel, vive en su casa de campo rodeado por una dos criadas, su mujer, su cuñada, su suegra y su hija menor, a las que se unirán posteriormente su hija mayor y su hermana, cuando comprueban que el cabeza de familia ha sido brutalmente asesinado con una puñalada en la espalda. Ante la imposibilidad de salir de la casa por el rigor invernal –encima, es en Navidad…- las cábalas sobre la culpabilidad homicida se dispararán en todas las direcciones, destapando secretos e intenciones hasta ahora encubiertas.
Indudablemente, hay que destacar el impecable y elegante diseño de producción, que consigue una cierta sensación de irrealidad, invitando a entrar en esa parábola sobre el egoísmo, la codicia y la lealtad. La presunta “teatralidad” que a la película se le podría achacar se solventa con una inteligente dirección y un montaje brillante, que utiliza todos los recursos del cine para hacer avanzar la historia de una forma ágil y permanente. También es de justicia elogiar las fabulosas interpretaciones de las ocho féminas, cada una de ellas con una serie de registros genialmente encajados a cada uno de los planos y secuencias del film.
El saldo, pues, de este caprichoso ensayo fílmico no puede ser más positivo, creando un producto final verdaderamente apasionante, lleno de originalidad, comedia y desempolvando toda una tradición que vuelve a engrandecer a Hitchcock y a Agatha Christie, pero sonriendo irónicamente hacia los motivos y resultados de los posibles criminales. Toda una delicia.