Ficha película

Título:
El traje
Director:
Alberto Rodríguez
Intérpretes:
Manuel Morón, Eugeni “Jimmy” Roca, Mulie Jarjú, Vanesa Cabeza
Calificación:
Crítica

En una sociedad tan mutante como la que estamos viviendo en las puertas del siglo XXI, trazar un retrato de una sociedad multiétnica no es nada fácil. Y aún menos fácil, mantenerse firme para contar una historia sin caer en fáciles tópicos sociales metido en ese ambiente de segregación económica y racial. Ese es uno de los grandes aciertos de Alberto Rodríguez, alejarse de una película de “denuncia social”, para contar –en una suerte actualizada de Rinconete y Cortadillo, también en Sevilla- la historia de una amistad.
El origen del film y la historia, entra dentro de lo que podríamos llamar “la mentira social”, en la que el aspecto fisico es determinante de un patrón de actuación ante alguien: si alguien se encuentra a un inmigrante negro con su chubasquero, su zurrón lleno de “La farola”, y sus botines, probablemente actúe de una forma radicalmente diferente si se lo encuentra con un traje de diseño, unas gafas de sol y un reloj de última moda. Y el único cambio, es la ropa, porque la piel, sigue siendo la misma. Con este brillante planteamiento, el co-director de “El factor Pilgrim” –una de las más injustamente olvidadas películas del cine español de los últimos tiempos, tanto en su resultado como en el arrojo de hacer un film contra viento y marea- se ha embarcado en una película con muy buenas intenciones, con momentos muy logrados y reflexiones coherentemente ácidas sobre la hipocresía social, que mantiene estereotipos en base a la publicidad o las expectativas de la moda. La historia Patricio, un lavacoches, que un buen día recibe el regalo de un traje de diseño y de cómo cambia radicalmente su vida, es el punto de partida para empezar un viaje iniciático, donde irá progresivamente evolucionando como persona, al coonocer a “Pan con Queso”, un buscavidas de lo más tramposo y marrullero, pero con buen corazón.
Aunque al film le falta un ritmo más ágil en la segunda mitad, y muchas de las secuencias se podían haber resuelto de una manera mucho más sintética, es cierto que contiene mucho de la “magia” que las situaciones más intrascendentes de la vida pueden contener. Las esforzadas interpretaciones del dúo protagonista son también excelentes, al igual que el empleo de la banda sonora, que encaja a la perfección, añadiendo notas y elementos de esperanza en la vida de los protagonistas. Seguramente, la inmadurez es otro de los grandes pecados de esta cinta, no ya por el argumento –absolutamente lúcido, como antes dije, entroncando con esos “iconos” que los seres humanos nos formamos y ante los que reaccionamos- sino por la realización y factura. También merece la pena señalar el encomiable esfuerzo realizado por unir parte del “realismo mágico” de la inmanente picaresca sevillana, con una nueva realidad social presente en nuestra ciudad. En la torre de babel del llamado “cine andaluz”, Alberto Rodríguez ha puesto otro importante granito de arena.


Federico Casado Reina



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