Lamentablemente, ya nadie se sorprende que las películas protagonizadas por el antaño (sobre) valorado Kevin Costner sean un fracaso: ha tocado prácticamente todos los géneros, desde la ciencia ficción, al melodrama, pasando por toda una galería de títulos, que lejos de reubicarle en el estrellato, cada vez le hundían más. Algo parecido ha sucedido con Richard Gere y su reciente “Mothman”, que también tocaba un fenómeno sobrenatural. En el caso de Costner, casi a la desesperada, se ha lanzado a protagonizar una cinta presuntamente taquillera que une el amor y los sentimientos de una madura pareja a la disyuntiva de la muerte, tal y como sucedía en “Ghost”, sólo que ahora articulada en tono de misterio e intriga, elementos que no favorecen en absoluto a la historia, ya que su desenlace resulta bastante desalentador con respecto a los planteamientos desde su arranque: el jefe del servicio de urgencias de un hospital norteamericano acaba de perder a su mujer, otra doctora que ha fallecido en Venezuela. A partir de entonces, el viudo recibirá señales desde “el más allá” de las formas más alucinantes –niños en coma que vuelven a la vida, extraños dibujos que aparecen en las ventanas, la conducta del loro que ambos tenían en la casa…- para que, en teoría, se ponga “en contacto” con la fallecida.
Dicha trama la hemos visto en infinidad de veces a lo largo de la historia del cine, y por supuesto, la experimentada comercialidad que Shadyac sabe explotar con comedias ligeras –como “Mentiroso compulsivo”- no ha funcionado en una estructura de suspense, que además de tópica, llega a resultar completamente ridícula por cuanto podría haberse resuelto mucho mejor. En cuanto a Costner, ni sus denodados esfuerzos en poner cara de estreñido, ni su presunto carisma sexual son suficientes para resolver una película que se va tornando progresivamente aburrida en su desarrollo a partir de la primera media hora, convirtiéndose en un verdadero circo de tópicos tras tópicos, por no recordar el empleo de los clásicos resortes para “sobresaltar” al espectador, sin que vengan a cuento en la historia.
Aunque el mensaje original del film pueda resultar alentador, el muy deficiente desarrollo de la historia lo torna en grotesco, burdo, casi disparado a bocajarro.
Una auténtica lástima que viene a confirmar el completo declive de una estrella casi eclipsada por su propia megalomanía, y el afán de mantener una postura insostenible dentro de la industria cinematográfica mundial.