Si de vez en cuando el cine nos da agradables sorpresas, añadiendo planteamientos originales a temas y géneros que ya se suponían agotados, otras veces nuestras peores sospechas se confirman. Tal es el caso de la nueva cinta de este realizador vasco, que ha intentado aportar su propia visión sobre la contienda bélica en la España del 36, a través de los ojos de una niña de padre norteamericano –y piloto de las Brigadas Internacionales- y de madre española. Además de existir referentes demasiado recientes y evidentes, con las odiosas comparaciones de las que el film que nos ocupa sale bastante mal parado –aunque podríamos remontarnos a “Las bicicletas son para el verano”, “El año de las luces” o incluso “Crónica del alba”, tenemos a la vuelta de la esquina la soberbia “La lengua de las mariposas” y la fallida “El embrujo de Shangai”- la película sencillamente, es que es aburrida: a base de cambiar el tono permanentemente –unas veces en clave de “fábula” infantil, otras veces con elementos de realismo social y para colmo, en otros casos de casi reivindicativo- el mensaje se diluye, y no consigue conectar en ningún momento con el espectador.
Todo ese presuntamente fascinante mundo de la protagonista nos es completamente ajeno, y Carol, lejos de ser una niña con gran vida interior y mirada profunda, se convierte en un personaje caprichoso, que cambia esquizofrénicamente de sentimientos como el que se quita una camisa y se pone otra. La gran pena es la forma de desaprovechar a Juan José Ballesta, el excelente protagonista de “El bola”, que aunque deja entrever todo su gran talento interpretativo, se ve circunscrito a unos diálogos francamente pobretones. La historia planteada es la de una niña que vuelve al país de su madre –España- desde el país de su padre –Estados Unidos- en el momento clave de su desarrollo personal, descubriendo –supuestamente- el amor, y la naturaleza, algo que hasta ahora no había podido observar. Si además, todo ello lo ponemos en el marco de la Guerra Civil española, así queda el panorama: una película más de Guerra Civil, alimentando de la forma más maniquea todos los previsibles tópicos que pudieran imaginarse –realizando caricatura tras caricatura de todos los presuntos participantes de la contienda, y llevando situaciones al extremo del ridículo-. Otro elemento que está bastante mal llevado es la banda sonora de Mendizábal, que aunque es preciosa, está muy mal ubicada en el film y que es como una especie de marasmo hipnótico, que en vez de subrayar los momentos importantes del film, acompaña el pesado ritmo de la película, de una lentitud exasperante, y un metraje absolutamente desmedido. Desgraciadamente, el “viaje” que Carol nos ha invitado a hacer, no ha llevado a ninguna parte, sencillamente, porque ya hemos viajado a ese lugar y lo conocemos de sobra.