El talento de este realizador vasco es innegable: igual que José Luis Garci supo trasladar todas las estructuras del cine negro a la españa más cañí de finales de los setenta en “El Crack”, Urbizu realizó con mucho acierto la mejor traslación del “thriller” contemporáneo norteamericano a nuestro país con “Todo por la pasta”. Incluso su tímida adaptación del relato de Pérez Reverte “Cachito” supuso otro acercamiento lúcido al cine policíaco de acción con fundamento. Ahora, con un argumento y un planteamiento de partida ha realizado su obra más madura, pero en la que se echan en falta esos ejercicios de estilo propios de la juventud y un ritmo más acelerado, que sin duda habría mejorado sustancialmente el film.
Con todo, la película que nos ocupa es todo un logro para el cine español: mientras que en la pequeña pantalla hemos visto infinidad de series que han buceado dentro de la delincuencia, la corrupción y la policía, pocas han sido las películas de gran pantalla que se han arriesgado a tocar el género, en parte porque –se supone- que ya existe un cine norteamericano con una presunta mejor oferta en espectacularidad, estrellas y efectos visuales y en parte porque la comercialidad podría haber sido relativa. Pero Urbizu no se ha amilanado y viajando a la realidad social misma actual de nuestro país, se ha atrevido con una película dura, sórdida, que dinamita los cimientos mismos de nuestra comunidad –en especial, la costa andaluza, donde se desarrolla la historia-: la hija de un director de banco muere en un enorme incendio forestal. Años más tarde y a causa de un fortuito atraco, el banquero descubre que tal incendio no fue sino un acto premeditado para especular en la costa, ante lo que decide comenzar una investigación para encontrar a los culpables… mientras que un expolicía intenta salvar su vida y sus futuros negocios al precio que sea.
El salvajismo de muchas imágenes es francamente estremecedor, así como la impresionante interpretación de José Coronado, en el cenit de su carrera interpretativa. Desgraciadamente, la trama argumental que dirige Resines se vuelve difusa a veces, no concretándose y convirtiendo al personaje en esquizofrénico y sin evolución dramática: de ser un ciudadano modelito se convierte en un auténtico e imparable destructor, capaz de arrollar todo a su paso, o lo que es lo mismo, lo que le sucedía a Alfredo Landa en “El crack”. El problema es que este “crack” no ha sido creíble en el caso de Resines –que sí funcionó en películas como “La buena estrella”-. Si se hubiera mejorado y acelerado el ritmo interno de la historia, y si se hubiera hecho más interesante el personaje de Resines, seguramente el film habría ganado varios enteros. De todas las formas, es una película muy seria, concienzuda, y bien realizada. Un claro exponente de la capacidad española para realizar un “thriller” con todas las de la ley.