Ficha película

Título:
El mismo amor, la misma lluvia
Director:
Juan José Campanella
Intérpretes:
Ricardo Darín, Soledad Villamil, Ulises Dumont, Eduardo Blanco, Graciela Tenembaum.
Calificación:
Crítica

Lo primero es lo primero: esta película es dos años anterior a “El hijo de la novia”, lo que sucede es que las distribuidoras, tras el éxito y la nominación al Oscar, han decidido revisar y revisitar la obra de Campanella. Con esta salvedad, hay que mirar la obra de este director argentino con lo que podríamos llamar “influencias de autor” o mejor dicho “monotema del creador”, o lo que es lo mismo, que muchos artistas cuentan una y otra vez la misma historia centrándose en una experiencia vital y/o existencial previa de sus propias vidas. Seguramente Goya pintaba compulsivamente monstruos y brujas debido a su progresivo aislamiento sonoro, o Lovecraft ideaba seres mitológicos debido a sus pesadillas… o Beethoven recreaba una y otra vez su grandilocuencia y fuerte personalidad en las mismas notas. Campanella, salvando las distancias, es sin duda un autor que hasta ahora, siempre ha contado el mismo mensaje: el inconformismo con un modo de vida, la lucha por la propia auto identidad, y la resolución del conflicto. Por ello en esta película, infinitamente más primitiva que “El hijo de la novia” existe el mismo discurso, solo que menos destilado, más destemplado, y sobre todo, sin sacar partido en ningún momento a la matemática estructura dramática casi perfecta de “El hijo de la novia”: un prometedor escritor conoce a la que podría ser “la mujer de su vida”, pero sus miedos profesionales –y vitales- le impiden reconocer y aceptar la felicidad, acogiéndose a lo circunstancial de la vida. Todo ello enmarcado en el trasiego político y social de Argentina desde los años ochenta hasta casi nuestros días.
El impecable trabajo de Darín –convencidos ya de que es uno de los mejores actores argentinos de su generación- y las convicentes replicas de todo el reparto, aunque consiguen enternecer en varios momentos de la película, con diálogos acertados y con un punto de diversión inteligente, no son suficiente aliciente como para darnos por satisfechos con este film, que además tiene un ritmo y cadencia demasiado pausado, llegando a decaer bastante tras la primera mitad, lastrado por un metraje algo excesivo.
Pero sin lugar a dudas, el brillante y delicioso mensaje de Campanella está presente: la lucha por la felicidad, la discriminación de lo “urgente” frente a lo “importante” y las muchas oportunidades que la vida ofrece y que no se deben desaprovechar, siguen incólumes en la cinta, aunque de un modo mucho más embrionario. Por eso, este director llegado de las series de televisión y comparable –tanto por estilo, como por ubicación de revisión social y política de su país- con el José Luis Garci de la transición democrática española, consigue emocionar, por la verdad de su mensaje y la escéptica mirada al ser humano, que al final siempre desea lo mismo: compartir su propia felicidad.


Federico Casado Reina



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