Los mismos productores de “El diario de Bridget Jones” -que tantos éxitos de público, crítica ha cosechado- han decidido replicar dicho impacto social. Para ello han localizado a un autor literario igual de famoso –al menos en Inglaterra- mente famoso –de quien ya se adaptó en cine “Fuera de juego” y “Alta fidelidad”- que trasladara esa reflexión vital que Bridget Jones se planteaba en su madurez, pero adaptada al sexo masculino: si Bridget era una madura solterona entrada en kilos que deseaba desesperadamente una relación estable y un proyecto de familia, su “primo” Will es un consentido solterón que vive una vida opulenta, liga cuanto quiere, tiene un piso de ensueño, un superderportivo, y se considera a si mismo un islote. Vamos, se considera un paradisíaco islote de diseño, o sea Ibiza. Pero los dos tienen el mismo problema: se replantean a diario qué es lo que no termina de funcionar y encajar en sus vidas, y ambos están solos, por fuerza o por –presunta- opción vital.
Trazar una diferencia intersexual entre ambos personajes puede resultar simplista, por aquello de suponer una relación trascendente para las mujeres y una promiscuidad egocéntrica en los hombres. Aún así, el –inteligente- tono satírico de ambos filmes consigue articular una estructura cómica funcional y efectiva en todo momento. Se llegan a repetir incluso varios elementos comunes, como canción famosa –en el caso de Bridget Jones, “Can’t leave without you”, en el caso de Will “Killing me softly with his song”- y por supuesto, actor: quizás sea este el único problema del film, ya que Hugh Grant sigue en su papel de “simpático encantador”, tartamudeando nerviosamente en las secuencias presuntamente “de risa”, en un registro verdaderamente manido.
Pero contra todo lo que pueda parecer de maniobra publicitaria y película facilona, la cinta tiene cierta profundidad en un segundo nivel de lectura, y plantea un tema tan preocupante en esta sociedad –como ya lo hizo “El diario de Bridget Jones”, insistimos- como es la soledad: una soledad buscada, en el caso del protagonista del film que nos ocupa, pero que termina por darse cuenta de una aseveración histórica que todos los paradigmas psicológicos se han apresurado a certificar: el hombre es un ser social, y como tal, su capacidad de relación es su mayor grandeza y felicidad. Por ello, en el mundo de muebles de diseño, DVDs, televisión por cable, ropa de diseño, complementos de marca y coches deportivos del protagonista, todo ello sustituye a lo que verdaderamente el ser humano necesita: compañía. Y ésa viene de la mano de un niño que al principio es cómplice y testaferro de las artimañas sexuales del protagonista, pero que con el paso del tiempo, se convertirá en una especie de “hijo adoptivo” de un adorable sinvergüenza, que en el fondo, no es más que un hombre que –como todos- se resiste a crecer y asumir responsabilidades, sin comprender, que sin responsabilidad, tampoco hay felicidad.