Que el musical está de moda, no es ningún secreto: apuestas como las de Baz Luhrman en “Moulin Rouge”, Lars Von Triers en “Dancer in the Dark” o próximamente “Chicago”, protagonizado por Catherine Zeta-Jones y Richard Gere nos dan fe de lo vivo que está este género. En nuestro país, el musical ha pasado por muchas fases, desde el desigual impacto y calidad del a veces mal llamado “cine folclórico” hasta las últimas incursiones verdaderamente patateras en comedias desquiciadas, como las de Condemor. Por eso que un realizador inteligente como Martínez-Lázaro haya intentado esta nueva forma de expresión para una típica comedia urbana resulta por menos que interesante. En realidad, no ha sido más que una copia bastante literal de lo que ya hiciera hace años Woody Allen en “Todos dicen I Love you”, o lo que igual, coger a actores y actrices que jamás han cantado y ponerlos a tararear los temas clásicos de una cultura y sociedad. Si en Estados Unidos fueron canciones como “Singin’ in the rain”, en nuestro país tenemos el referente contemporáneo pop de grupos como “Tequila”, “Burning” o “Coz”; respetando los cánones mas clásicos de este tipo de filmes –es decir, la acción “real” se interrumpe súbitamente para dar paso a un numero musical donde todos bailan y cantan- el realizador hace avanzar la historia con cierta lógica, dentro de este tipo de filmes. Mucho más encajada que otros intentos del cine español reciente como el de “Amanece que no es poco”, ahora se ha logrado una estructura que no desmerece en absoluto al buen tono del guión, que cuenta la historia de dos parejas que entremezclan sus sentimientos entre sí.
Uno de los mejores elementos del film, qué duda cabe, es la versatilidad y gracia de sus protagonistas, sobre todo Guillermo Toledo, todo un hallazgo llegado de la televisión para la industria cinematográfica española. El único problema que los amantes del musical tenemos con esta película es el mismo que sucedía con “Todos dicen I love you”: Edward Norton es un soberbio actor, pero como cantante, mejor dejarlo. Exactamente pasa igual con Ernesto Alterio, Guillermo Toledo o Natalia Verbeke: aunque intentan cantar de una manera digna, el resultado es francamente desconcertante, ya que la comedia puede nacer de verles cantar. Caso especial merece Paz Vega, cuya presunta calidad interpretativa no se corresponde en absoluto con su capacidad como cantante que es, sencillamente, ridículamente inexistente. Lógicamente, si uno ha crecido escuchando –y viendo!- a Gene Kelly, a Debbie Reynolds o a Fred Astaire, digiere fatal esta “nueva” forma de expresión cinematográfica, divertida pero a veces desconcertante. Por lo demás es una película muy bien construida, divertida, que dinamita jocosamente temas como la fidelidad, el sexo, o el tedio de ciertas relaciones. La –acertada- renovación de la llamada “comedia urbana madrileña”.