Con los últimos acontecimientos en la precaria paz mundial, habida cuenta de las diversas situaciones políticas en varias partes del mundo –Palestina, Irlanda, incluso España en el País Vasco..- y tras los atentados del 11 S, parece que el pulso de la sociedad requiere una visión sobre el mundo del terrorismo. ¿Cómo defenderse de él? ¿Qué hacer? ¿Cómo opinar del mismo? Lanzando un mensaje de lo más políticamente incorrecto –tanto en su planteamiento, como en su moralina final, muy orientada ideológicamente-, el británico, televisivo y lamentablemente mediocre John Irvin ha creado el más ambicioso de sus filmes, con estrellas internacionales y pulsando la controversia en su estados más puro: ¿qué haría vd. si los asesinatos de su mujer y sus hijas a manos de unos terroristas quedaran impunes? ¿si pudiera aplicar la venganza, sería capaz de hacerlo?
La película está basada en una novela de Robin Hunter, y plantea todas las disquisiciones morales que un hombre puede hacerse cuando sufre la mordedura del terrorismo: un periodista ve delante de sus propios ojos cómo su mujer y sus hijitas son brutalmente asesinadas, y cuando se entera que los terroristas han salido impunes de la cárcel y que la justicia no va a hacer absolutamente nada, decide tomarse la justicia por su mano, ayudado por un más que reprobable funcionario de la embajada norteamericana. Aunque las secuencias de acción están bien resueltas, el montaje resulta demasiado pueril y hasta cierto punto, ridículo, utilizando recursos de lo más manido, cinematográficamente hablando. Además el ritmo interno de la historia se resiente en el segundo acto, ralentizando la acción hasta retomar un final ciertamente previsible.
Lo mejor del film, sin lugar a dudas, son los actores, destacando un siempre correcto Jeremy Irons –recuperado de sus últimas intervenciones “alimenticias” en Hollywood, como la de “La máquina del tiempo- y Forest Whitaker, un actor de “peso” –nunca mejor dicho- que imprime a sus registros un carácter muy personal. Y si después de todo, contamos con el icono atemporal de Charlotte Rampling, pues estamos ante un reparto inusual para un film de serie “B” como éste.
La gran pena, además del mensaje general del film, algo contradictorio, es su vocación: es un error plantear una historia como ésta –tan concienciada política y socialmente como “En el nombre del padre”, por poner un ejemplo- y resolverla en el tono de un film de acción, porque no lo es. También resultan demasiado obvios algunos personajes, maniqueos hasta el desespero. Lástima que Irvin no haya tomado las riendas el proyecto con más firmeza y hubiera conseguido que ese “cuarto ángel” –el que, según el apocalipsis, viene a imprimir la justicia “divina”...- realmente actuara según sus objetivos.