Ya nos había sorprendido muy gratamente con su primera obra “Sé quien eres”, llena de los mejores elementos del cine de género, y con una prodigiosa dirección de actores, sacando todo lo mejor tanto de Ana Fernández como del argentino Miguel Ángel Solá. Ahora Patricia Ferreira se ha embarcado en un proyecto mucho mayor, con más enjundia como película y como argumento y ha salido victoriosa a la hora de recrear un complejo universo de intrigas, ambiciones, crímenes y complicadas motivaciones personales.
Basada en una excelente novela de Lorenzo Silva ganadora del premio Nadal, el film se centra en la investigación de un peculiar crímen en un motel a las afueras de un pueblecito cercano a Madrid, donde es encontrado en extrañas circunstancias el cadáver de un impecable ingeniero que trabaja en una central nuclear cercana. Hasta allí irán una atípica pareja investigadora formada por dos Guardias Civiles igual de inusuales –él, un sargento que además es psicólogo, ella una chica tan intuitiva como combativa y secretamente atraída por su sargento...- e irán desenmarañando la telaraña que implicará de rondón a los más altos sectores sociales y políticos de la zona. El retrato de la corrupción, de la investigación y de las miserias humanas está realizado con una ironía bastante críptica, potenciada por una factura realmente acertada, tanto por su oscurantismo –fomentado por una fotografía con dominancias ocres y por unos grandes constrastes luminosos- como por su ritmo interno, pausado pero firme. Otro elemento importante del film es su pareja protagonista: el impecable trabajo de Roberto Enríquez e Ingrid Rubio no sólo perfila a la perfección cada carácter, sino que hace pensar en una pareja de investigadores al estilo de “Expediente X”, pero en plan nacional y sin nada que envidiar a David Duchovny y Gillian Anderson, ni en atractivo ni en la interpretación. El retrato de secundarios, por el contrario, puede ser el único punto negativo del film, ya que en general, Ferreira no para de realizar caricaturas cada vez más rocambolescas –utilizando incluso a Miguel Ángel Solá-. El único problema del film –y de la novela- es el pacto que el espectador –o lector- tiene que hacer para entrar en ella: el planteamiento puede resultar chocante, pero una vez dentro, es una historia apasionante que sorprende momento a momento, y que tiene determinadas partes impactantes y originales. También tenemos que subrayar el trabajo del compositor de la banda sonora del film, que pone los matices exactos en los momentos más idóneos, sin cargar las tintas en ningún momento.
En definitiva, una película muy digna e interesante, que funciona a la perfección dentro de su estructura cinematográfica evidentemente encajada en un género, utilizando sus pautas brillantemente en una historia bien planteada y resuelta.