Ficha película

Título:
Cuando todo esté en orden
Director:
César Martínez Herrada
Intérpretes:
Santiago Ramos, Daniel Guzmán, Miguel Rellán, Cristina Plazas, Mario Zorrilla, Antonio Dechent.
Calificación:
Crítica

Aunque la fórmula del presunto “realismo social cinematográfico andaluz” ya fue descrita por Benito Zambrano magistralmente en “Solas”, el film que nos ocupa es una sencilla, aunque acertada revisión del mismo: con los elementos mínimos el director ha articulado un film con un punto de partida tan simple como efectivo: un padre jubilado y su hijo, en proceso de desintoxicación, que se vuelven a encontrar y entre los dos intentarán reconstruir sus respectivas vidas, así como la que pueden compartir en común.
Hay un elemento interesante en el film, que lo dota de una mayor capacidad de conexión con el espectador: no está localizado en ningún sitio. La película, a pesar de ser netamente andaluza, podría haber sucedido en cualquier punto de la geografía nacional gracias a sus brillantes actores principales –Ramos, Guzmán y por supuesto Rellán-. La reflexión que el guión se hace no se queda simplemente en la lucha por la felicidad: también en la búsqueda de la felicidad en los momentos más cotidianos, tocando la herencia de todo el neorrealismo italiano. Si a todo esto lo envolvemos en la maravillosamente clásica factura conseguida, tenemos un film emocionante, tanto por su argumento, como por su estilo, rodado con una considerable elegancia y con el perfecto y sutil subrayado de una excelente banda sonora del jovencísimo y talentoso compositor sevillano Pablo Cervantes.
Aunque la historia tenga una cierta falta de originalidad, ésta se suple con inteligentes giros del guión, que hacen avanzar la historia, que a veces se sumerge más de lo esperado en los personajes secundarios, buceando en una entrañabilidad acaso no demasiado recomendable, pero siempre cómplice con el espectador –sobre todo en la figura de Miguel Rellán, un mecánico de motos con grandes problemas conyugales y obsesionado con cantar el “Ave María” en el coro donde intenta paliar sus frustraciones personales-.
Aunque la melancolía, la tristeza, sean fichas con las que el director juega demasiado, el resultado final del film es positivo, por cuanto el mensaje de esperanza lanzado logra conectar, finalmente, huyendo paradójicamente de los clásicos “happy-ends” del cine americano: nada de dulzones finales con la cámara subiendo para hacer un plano general y la música atronando con los violines –que le prengunten a Garci...- sino que todo es mucho más natural, más normal. Los héroes no son los que han triunfado, sino los que han conseguido sobrevivir manteniéndose lo mejor posible en este turbulento torbellino de la vida, sin ahogarse. Así de sencillo, así de real, así de tierno y así de fácil. Nada de artificios y nada de gratuitas concesiones. Como la vida misma, y ahí está su éxito.


Federico Casado Reina



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