Uno de los directores con mayor visión de este país, aunque no lo crean, es Antonio Hernández. Y no lo digo porque “Lisboa” fuera la quintaesencia de las “road-movies”, con un planteamiento tan turbador como una reflexión sobre la familia. Ni siquiera lo digo por la brillante dirección de actores, sino por la integración de la profesionalidad en una industria –la audiovisual- cada vez más pujante en la vieja Europa, y por ende, en nuestro país.
Por ello, muchos se echaron las manos a la cabeza cuando Hernández –que sorprendió gratísimamente a todos con “Lisboa”, insisto- dirigió “El gran marciano”, adaptación cinematográfica del programa clave en la historia de la televisión nacional, “El gran hermano”. ¿Es que un profesional no puede realizar trabajos de encargo, que además de ejercitar su oficio, le reporten grandes beneficios? No entiendo porqué, cual plañideras baratas, muchos entonaron letanías cuando se produjo tamaño acontecimiento, estando más que acostumbrados a que Hollywood prostituya a sus talentos –incluso el mismísimo Coppola dirigiendo “Jack”- con productos de dudosa calidad y gran comercialidad –sin que tengan que estar obligatoriamente reñidos ambos conceptos-. Olvidándonos de ese pequeño “borrón” en su expediente –si podemos llamarlo así...-, este realizador ha dirigido con mucho oficio y delicadeza la obra más personal y mayor de toda su trayectoria, contando con un reparto de súper lujo –no ya por tener a los mejores jóvenes actores de habla hispana, desde Leonardo Sbaraglia a Ana Fernández o Adriana Ozores...- sino por que encima, se permite el lujazo de tener a Fernando Fernán-Gómez y Geraldine Chaplin en una historia casi autobiográfica: cuando un hombre llega a Paris para ver a su padre moribundo, éste último parece obsesionado con una “asignatura pendiente” que quiere saldar antes de perecer y una extraña confabulación donde parecen estar implicados todos los que le rodean. El descubrimiento del recién llegado hijo tendrá inesperadas consecuencias en todas las relaciones de su familia, y en su propia percepción de su padre... Una historia vibrante y muy original, vertebrada en el mejor tono de de “thriller”, pero con multitud de elementos de diversos géneros, desde la comedia, el terror, el suspense e incluso la acción más frenética. El foco de atención nunca se pierde en el espectador, a pesar del inusual ritmo pausado de un film con estas características. Los monumentales duelos interpretativos se suceden en toda la película, con el argentino Sbaraglia completamente integrado en nuestra filmografía y un inconmensurable Fernán-Gómez, apabullante en cada aparición de la pantalla.
NO podemos decir que esta sea una película redonda, pero sin lugar a dudas es una brillante producción de excelente factura –a señalar la impresionante banda sonora de Víctor Reyes, con notas minimalistas revisitadas- soberbias interpretaciones, un guión que no deja de cautivar la atención –y que de camino revisa buena parte de los sentimientos nacionales de los últimos cincuenta años...- y, repito, una dirección tan correcta como efectiva en todos los casos.