Ficha película

Título:
Una mente maravillosa
Director:
Ron Howard
Intérpretes:
Russell Crowe, Jennifer Connelly, Ed Harris, Christopher Plummer, Paul Bettany, Adam Goldberg, Josh
Calificación:
Crítica

Siempre habíamos pensado que además del evidente fenómeno industrial que supone hacer una película, había un componente digamos “artístico” o “mágico”, algo que escapaba al control de la racionalidad y que elevaba algo normal e incluso mediocre a la categoría de “genial”. Pero después de ver el film que nos ocupa, casi nos planteamos que el Hollywood actual haya conseguido destilar la fórmula del éxito cinematográfico al igual que nuestro protagonista para conseguir el premio Nobel.
Basándose en un best-seller sobre la vida del famoso y genial matemático aquejado de esquizofrenia paranoide, John Forbes Nash Jr., la cinta es un biopic con todas las claves propias para poder acceder a los Oscars, trazadas milimétricamente y que ya han obtenido los reconocimientos previstos en la pasada edición de los Globos de Oro; el film está dirigido con oficio y corrección extrema por Ron Howard, un impecable artesano especializado en productos de “gran difusión” tales como “Rescate” o “Apollo XIII”; cuenta, además de una dirección artística francamente deslumbrante, con unas sólidas interpretaciones donde destacan una inusualmente madura Jennifer Connelly –que ganó el Globo de Oro a la mejor actriz- y por supuesto, el “Gladiator” Russell Crowe reciclado en tímido genio de las ecuaciones. El resultado global es un producto tan efectivo como efectista, previsible en sus recursos, pero completamente funcional en sus resoluciones, que han sido convenientemente orientadas por los ejecutivos del márketing empresarial cinematográfico para hacer sentir al espectador lo que ellos previamente han diseñado al milímetro.
Entonces ¿acaso queda ya espacio en el cine para la genialidad, para la libre –e incluso anárquica- expresión artística? Al parecer, es algo que tienen muy claro en los grandes estudios norteamericanos: no. Ellos parecen haber alcanzado el paradigma de la perfección a la hora de crear una película –la dirija quien la dirija, la interprete quien la interprete, y la produzca quien la produzca...-, lanzarla y publicitarla para recoger el éxito. Es, sencillamente, como una operación empresarial planeada por un banco, con la frialdad numérica de una fórmula que aplicada convenientemente, obtiene el resultado deseado. Pero nos olvidamos de algo: del alma, del espíritu artístico, de esa inexplicable e incontrolable sensación que te da en el estómago y te pone el vello de punta cuando ves un cuadro de Monet o escuchas una obertura de Mozart. ¿Podría un marchante de arte imitar la técnica de Velázquez, o un productor discográfico los acordes de Wim Mertens? Probablemente, pero su perfección sería fría, sin alma. Quizás, sea la imperfección, ese toque de innegable “humanidad” el que prevalezca a la hora de enriquecer una determinada –y, sin duda, personal- visión de un verdadero artista y creador nato, que es precisamente lo que echamos en falta en buena parte del cine actual.


Federico Casado Reina



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